Palabreo con un lector – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Soledad Morillo Belloso

A propósito de mi artículo «La masacre de PDVSA» recibí muchos comentarios por vía pública y sobre todo privada. Un lector que me escribió a mi correo-e y cuyo nombre me reservo dijo cosas así:

«Me impacto tu articulo. Me hiciste pensar en aquello de que el asesinado es culpable por dejarse asesinar, me confirmas que tenemos un pais bizarro, que hay muchos resentidos sociales, y confirmas mi percepcion de que el verdadero Venezolano busca siempre a alguien que le resuelva y desprecia al que ha podido salir adelante, es una cuestion que percibo como envidia. Es la cultura de lis chavistas.
De nuevo el resentimiento social.
Creo tienes un resentimiento social profundo, y eso solo lo resuelves tu.
Yo supere la falta de apoyo que gente como tu nos nego cuando les dijimos lo que era esta peste del chavismo, ahora todos lloriquean se quejan, escriben y siguen sin hacer algo efectivo al respecto.
El problema solo se resolvera con sangre,  por muchos anos estuve dispuesto a dar la mia, hoy sigo la misma actitud de Uds… Sigan teniendo Patria…»

Esta fue mi respuesta.

«Sr. @@@@@,
Gracias por leerme y escribirme.

Comienzo por decirle que no tengo ni la menor idea de quién es usted, lo cual me pone en abierta desventaja pues yo soy un libro abierto y mi trayectoria personal y profesional es de total dominio público. Mis pareceres y opiniones son plasmadas en medios de libre acceso desde hace más de cuarenta años. Al leer su nota no me queda claro si es usted un empleado de PDVSA, o si alguna vez lo fue. O, de haberlo sido, qué cargo o cargos ocupó; si fue echado de la empresa aquel infausto día del pito presidencial; si continuó botado; si fue usted reenganchado o llegó a un acuerdo de liquidación. Si está en Venezuela o si hubo de fijar su residencia en el exterior. O si en cambio usted es una persona que nunca trabajó en la industria petrolera. Nada de eso queda claro en su nota. Pero si bien es complicado debatir sin información básica de la otra parte, el tema, por supuesto complejo, puede ser abordado. Y yo siempre encontraré el tiempo para responder a los lectores que me escriben.

Voy a argumentar no sólo como periodista de opinión sino como una de millones de accionistas de PDVSA. Eso somos los venezolanos al respecto de la industria petrolera nacional, accionistas. Y como tales tenemos derechos inalienables e irrenunciables. Los empleados de PDVSA, si bien no son funcionarios públicos (así lo estableció el máximo tribunal en su Sala Laboral), son sí por diseño cuentadantes de cada una de sus acciones en la empresa por ante los accionistas, a saber, los venezolanos. Estos delegaron, por diseño institucional y legal, la función de control en otros organismos. Que estas instancias hayan sido inhabilitadas en los hechos para desarrollar las necesarias funciones de vigilancia y control no hace que los cuentadantes cesen en su deber de rendir cuentas. La responsabilidad no deja de existir porque no sea exigida.

Claro está, como en todas las estructuras humanas, hay algunos más responsables que otros. Un obrero de una plataforma en medio del Lago de Maracaibo, p.e., no puede ser responsabilizado de la decisión de comprometer financieramente a la empresa en empréstitos turbios o cuanto menos discutibles o sospechosos. Elemental concepto cartesiano piramidal de la responsabilidad. A mayor poder mayor responsabilidad. Un axioma establece que se puede delegar trabajo, no responsabilidad. Y el Derecho así lo tiene en cuenta. Pero en el caso de la masacre de PDVSA el problema es mucho más dramático y escala a alturas siderales.

Se trata de unos empleados, y en particular unos gerentes y profesionales a cargo de acciones y tomas de decisiones, que o se sumaron a las acciones destructivas y delictivas que llevaron a la empresa a este lamentable estado, o, en el menos doloso de los casos se hicieron la vista gorda, o, se permitieron la licencia de ponerse de primeros por delante y por encima de los venezolanos, a saber los accionistas. Esos accionistas, que son las más apaleadas víctimas, ocuparon un lugar menospreciado en la mente de los que en PDVSA hicieron o, en su defecto, permitieron todo lo que pasó y que condujo a este triste derrotero. El país, lamentablemente, pasó de necesitar a PDVSA a no poder sobrevivir sin PDVSA. Una estrategia de país equivocada, sin duda,  muy poco inteligente y muy perversa, que dio puerta franca a las corruptelas, a los crasos errores de gestión y a los horrores que se presentían y hoy no pueden ocultarse. Y en ese contexto, en tan aberrante situación, cada empleado de la empresa -y muy en particular cada gerente y cada profesional- debió entender que sus acciones y no acciones tendrían consecuencias y podían conducir no sólo a la quiebra de la empresa, de suyo asunto gravísimo, sino a la ruina de cada uno de los accionistas en un país con una economía cada vez más dependiente del petróleo, a saber los millones de venezolanos. Eso lo entendieron muchos honorables pdvsos. Tuve el gusto de trabajar con muchos, de conocerlos de vista y trato, de sentarnos por largas horas a pensar sobre maneras de salir del portentoso aprieto. Profesionales de enorme valía repletos de valores y principios, que comprendían lo dramático de la crisis. Ingenuos sí, pero decentes. Pero muchos pdvsos no lo entendieron y siguen sin entenderlo. Algunos se victimizaron. Pusieron su carrera, sus familias, su situación por encima del país, acaso sin racionalizar que a la postre el derrumbe se los llevaría por delante. Y no se puede negar hoy que muchos fueron oportunistas y vaya si aprovecharon para colarse en una escena que pintaba de grandes puertas abiertas para el dinero non sancto.

¿Resentimiento yo? Por fortuna, no sé sentir eso. Ni quiero aprenderlo. Yo trabajo desde la razón, la verdad y la justicia, no desde una envidia cuyo sabor a hiel jamás he probado. Sí creo que es ya es tiempo de mea culpa y confesiones de los responsables de malas acciones o de complicidades por activa o por pasiva. Espero muy sinceramente que de este inmenso horror gramatical y ortográfico en nuestra historia el país entero aprenda. Espero que la nueva PDVSA surja de y en una nueva Venezuela y que sea una PDVSA en la que los empleados nunca crean que son más importantes o poderosos que los accionistas; que estén dispuestos animosamente a rendir cuentas sobre sus actos; que abran sus nóminas, cuentas personales, inversiones, bienes y activos, sus pasivos, y de sus familiares etc. (en Venezuela y el exterior) para auditorías y procesos estrictos de escrutinio de organismos competentes y también de instituciones independientes de la sociedad, ello hecho bajo un principio de necesaria discreción para asegurar que no se produzca una lamentable cacería de brujas. Un empleado de una empresa estatal no tiene derecho al secreto. El país le está entregando valiosos activos y lo mínimo que puede exigir a cambio es apertura y transparencia. Y lo mismo debe aplicar para cualquier empresa, organismo, institución o ente del Estado o dependiente de él. Hay una enorme cantidad de reformas que hay que abordar con prontitud para darle basamento a una nueva Venezuela donde las palabras «república», «nación», «democracia», «patria», tengan algún sentido y no sean más que adorno en los discursos baladíes que se dicen cuando los micrófonos y las cámaras se encienden.

El expediente de la masacre de PDVSA existe. Muy pesado. Tiene miles de folios. Es una historia de horror. No es un cuento ficticio que da pie para una serie de televisión al estilo Juego de Tronos. Es una verdad de consecuencias tremendas y difíciles de calcular. Y las víctimas de esta masacre, a no confundirnos, no son tan sólo miles de empleados echados a la calle por el pito del presidente y que no fueron reenganchados ni reconocidos sus derechos, con quienes hay que solidarizarse por el más básico principio de justicia. En este horroroso episodio son víctimas todos y cada uno de los millones de anónimos venezolanos, nacidos o por nacer, que son los accionistas estafados. Eso no es una frase hecha. Es quitarle el cursi tono romántico a una cruda realidad que de cuento de hadas no tiene ni una letra. Y sí, como accionista, reprocho con severidad a quienes aceptaron un reenganche o una liquidación a cambio de su obsecuencia. El argumento de que eran profesionales que no sabían hacer otro oficio y que tenían familias que mantener es muy endeble. Suena a Petain. Y no creo necesario redundar en el dictamen de la historia sobre Petain.

No sé si estaremos a tiempo para hacer una nueva PDVSA que pueda rendir frutos. Es tal el daño, tan profundas y tan infectadas las heridas de la masacre, que quizás no nos alcancen los años antes que el petróleo deje de ser un elemento clave en la civilización pues sea sustituido por fuentes de energía más eficientes, productivas y rentables. La Edad de Piedra no se acabó porque se acabaran las piedras. La Humanidad dejó de necesitar las piedras e inexorablemente dejará de necesitar el petróleo.

Le repito que yo no tengo ni la menor idea de quién es usted, ni que profesión tiene, o qué edad, o cuál es su currículum, cuántos años de carrera contabiliza, qué causas  defiende, cuántas organizaciones de lucha ha fundado o cuál es su planteamiento político. Yo tengo 62 años, tengo 41 años de carrera, vivo en Venezuela y comencé a adversar todo «esto» la madrugada del 4 de febrero de 1992 cuando amanecimos de golpe. Y desde ese día no he parado. En todos estos años el país ha sufrido inmensamente. Pronosticar más derramamiento de sangre no es ofrecer una solución, es rendirse ante el poder de la barbarie. Yo trabajo y lucho con la inteligencia, la decencia y la razón. Mi instrumento es la palabra. Nunca he empuñado un arma y no lo haré.

Reciba usted mi saludo»

SoledadMorilloBelloso@gmail.com
@solmorillob

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