Soledad Morillo Belloso

Por si acaso yo no vuelvo – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Cada día sabemos de nuevos contagiados. Y de muertos. Se nos inunda la vida de dolor. Gente que conocemos o que no, pero es gente con nombre y apellido, con familia, con historia propia y de país. No son números. Ya no nos son desconocidos. Son venezolanos de carne y hueso.

La gente reza. A la Virgen, a los santos, a las ánimas benditas. A Dios Padre, a Cristo Redentor, al Espíritu Santo. Busca letanías y oraciones. Las plegarias se escuchan a pesar de la baranda de mascarilla.

Los familiares de los enfermos ya no saben cómo suplicar por ayuda. Buscan por todas partes y por cualquier medio.  Cadenas de WhatsApp. Mensajes en Twitter, FB, IG, Tik Tok. Todo se vuelve urgencia, una urgencia que no da tregua. Los medicamentos que faltan, el oxígeno que se ha convertido en instrumento de explotación. El negocio florece en medio de la calamidad.

Todos los días nos acostamos en lo mismo y despertamos a lo mismo. Solo que ese lo mismo es cada día peor. Más farsa, más engaño, más pecado. Violaciones a los derechos humanos, crímenes plasmados en códigos nacionales e internacionales. No importa. Nada importa. Les resbala por la pendiente de la indiferencia.

Pudieron evitar este desastre. Hoy los titulares de prensa deberían rezar «Vacunación masiva», no el «No hay fecha de vacunación». La desidia es pecado. Y lo saben. Pero tienen un cura de guardia en palacio que otorga el perdón, que justifica esta barbarie.

Nunca he escrito tantas notas de condolencias. Me quedo sin palabras. Siento que el diccionario no contiene los vocablos necesarios. ¿Cómo decirle a alguien muy querido que hago mío su dolor sin caer en frases hechas? ¿Cómo hacer que mi abrazo supere las fronteras y viaje hasta ellos?

En esta lotería ya no nos preguntamos si nos contagiaremos, sino cuándo. Y, una vez contagiados, si lograremos esquivar a la muerte, si conseguiremos vencer está estadística de llanto.

«Por si acaso yo no vuelvo me despido a la llanera. Despedirme no quisiera, pero no encuentro manera…»

 

 

 

 

Lea también: «El individuo ese«, de Soledad Morillo Belloso

 

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