Soledad Morillo Belloso

¿Y si hablamos del después? – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Quizás porque no lo vemos (al bicho microscópico), o porque no se trata de bombas que explotan y dejan todo en ruinas. O tal vez porque no vemos a las personas bañadas en sangre o exhibiendo bubones. O puede ser porque la catarata de «mensajes positivos» ha conseguido anestesiarnos. Por lo que sea. Hay una extraña tendencia a minimizar el tamaño de la crisis que enfrentamos por el coronavirus. Siento miedo de solo pensar que la relajación de las medidas preventivas pueda hacer que en aquellos lugares donde se ha conseguido bajar la curva ésta vuelva a elevarse. Creo que estamos pendiendo de un hilo mientras los científicos no den con una vacuna, una cura o una protección. Pero, más grave aún, noto una peligrosa ceguera con respecto al post covid-19.

A pesar que a la isla británica los nazis no la invadieron, le fue muy mal durante la guerra. Los bombardeos eran constantes y en la contabilidad final por la guerra murieron unos 60 mil británicos. Pero la pasaron terrible en la posguerra. De hecho, aliviándose en rigores poco a poco, el periodo de la posguerra duró más del doble que la guerra, tiempo en el cual tuvieron que soportar muchas limitaciones. Por supuesto, los niños jugaban entre las ruinas sin el riesgo de los bombardeos. Pero, para que nos hagamos una idea más clara, hubo racionamiento en casi todos los productos y la recuperación de las ciudades destruidas tomó años. Hubo zonas de Londres que tuvieron que esperar diez años para que les fuera reconectado el servicio de agua.

En Venezuela todo está destruido. Fue masacrado con vileza y saña. La pobreza es inocultable en tamaño y dolor y la clase media está en bancarrota. Muchos aún creen que no es así. Ven su inmueble de habitación (cada día más deteriorado porque no hay dinero para el mantenimiento) y se hacen la ilusión que ese inmueble en el que invirtieron el grueso de sus haberes – producto de su trabajo- vale. No sé atreven a enfrentar la verdad. Que esa casa o apartamento, con todo su equipamiento, enseres y muebles no vale hoy ni el 10% de lo que costó. En octubre de 2019 una amiga me dijo que había canjeado su apartamento de 135mt2 en la urbanización Los Naranjos del sureste caraqueño por una camioneta usada con 52 mil kms Ford Explorer 2018; con ella mi amiga, su marido y su hijo de 17 años hicieron el viaje a la ciudad de Medellín donde se asentaron y ejercen ambos su profesión de médico ginecólogo y ella odontólogo con especialidad en periodoncia. Por fortuna, esas carreras les permiten seguir teniendo buenas perspectivas allá en Colombia.

Antes del Covid-19 se estimó que si en Venezuela se hacían los cambios necesarios en el primer trimestre de 2019, la recuperación tomaría 10 años. Para ese momento no había pandemia y si bien la industria petrolera estaba en el dolor, no se esperaba un impacto tan severo como el que ha ocurrido en el negocio petrolero mundial.

Los que no son miopes, los que ven más allá de sus narices y los que no son irresponsables ni andan rellenando medios y redes con consignas banales  saben que si la crisis del Coronavirus es grave, la del post Covid-19 será severa (en el mundo). Y para países como Venezuela la ubicación  es en la categoría «peor».

Repito. Si la recuperación de Venezuela hubiera empezado en el primer trimestre de 2019 nos hubiera tomado 10 años. Ahora se calcula que, si logramos salir de la crisis política y se reinstitucionaliza y se redemocratiza el país, no hablamos de menos de 16 años. Y eso si y solo si se produce una recuperación de la democracia antes que la revolución acabe con lo que queda de república. Si esto no ocurre, pues ni siquiera existiremos en los planes de los organismos multilaterales, ni podremos acceder a los planes de auxilio económico que ya todos los países están atinadamente negociando. Con Maduro y su régimen esa gente que toma las decisiones en el FMI, el BM, el BID, la CAF, etc. no va a hablar. Ni siquiera van a leer un WhatsApp que llegue de Miraflores mientras Maduro esté allí apoltronado.

Si los de la mesa esa que montaron en la Casa Amarilla tienen decencia, conciencia e influencia, pues deberían usar esas tres cosas para que Maduro haga lo que debe hacer, a saber, salir de Miraflores, irse a cualquier parte del mundo que lo quieran recibir (se me ocurren varios países sin convenios de extradición con Estados Unidos) y dejar que el país comience un serio proceso de curación.

Que no es cuestión de escribir el epitafio de Venezuela sino de cantar un nuevo bautismo. Creo yo.

 

 

 

 

 

Lea también: «Ojalá que llueva paciencia«, de Soledad Morillo Belloso

 

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Post recientes