Publicado en: El Nacional
Por: Elías Pino Iturrieta
La manipulación de las redes sociales realizada por la dictadura ha llegado a su apogeo en estos últimos días. No se trata de un fenómeno nuevo, sino de un trabajo tendencioso de la cúpula que lleva tiempo y cuenta con probada experiencia, pero que ha llegado a los extremos de la patraña y de la canallada como consecuencia del episodio sucedido en Cúcuta con recursos manejados por la oposición para atender problemas urgentes. La aparición de un escándalo susceptible de explotación, la mina de oro cuya veta se ha puesto de relieve, ha permitido el desbordamiento de una orientación dirigida al descrédito del presidente Guaidó y de algunos de sus colaboradores, que solo los ciegos y los idiotas no pueden o no quieren apreciar.
Que al frente de las comunicaciones del régimen usurpador esté un
sujeto aficionado a la calumnia, un individuo célebre por la
desfiguración que hace de la realidad para ponerla al servicio de su
empleador, no ha evitado el éxito de su faena. Pese a la magnitud de sus
fabricaciones, pese a la divulgación encadenada de hechos sin
fundamento que forma parte de sus hábitos, ha encontrado clientela
entusiasta en los destinatarios de las redes sociales, especialmente en
el Twitter. Los habitantes de la jaula abierta no solo se han ocupado de
repetir sus mensajes, sino también de ponerles sazón con agregados de
su propia cosecha. Lo curioso del asunto radica en el hecho de que,
según pregonan en sus trinos, los repetidores del retorcido ministro son
militantes de una oposición cuya meta no es otra que la de salir pronto
de Maduro, si posible mañana en la madrugada.
Pero es la clientela que persigue el burócrata, desde luego. La
existencia de una irreflexión que solo busca desenlaces perentorios, de
una prisa que aumenta su volumen porque la dictadura no desaparece
inmediatamente como ellos quieren, es decir, en cuestión de un par de
días, siente que encuentra soporte en los infundios del manipulador. ¿No
les dice que los líderes de la oposición no solo son incompetentes,
sino también corruptos, como su impaciencia les repite a cada rato? ¿No
fundamenta los reparos cotidianos que hacen desde el teclado? ¿No le
concede apoyo a las críticas extremistas y despiadadas que machacan
desde el paraíso de su superficialidad? Como el mentiroso de la cúpula
no es tonto, por supuesto, y porque, si lo fuera, está de anteojito la
proximidad de una jauría que se puede manipular para el fortalecimiento
de la usurpación, la alimenta con fake news que encuentran
dócil destino en las computadoras de los tontos más belicosos y, por lo
tanto, más irresponsables y desprevenidos.
La situación se hace más alarmante porque la tergiversación no
solo es realizada por el ministro de marras, sino también por figuras de
la oposición que la promueven sin dar la cara. Un episodio como el de
la desviación de recursos descubierta en Cúcuta, y llevada a cabo por
unos sujetos enviados desde Caracas por Guaidó, les viene de perlas para
pescar en río revuelto. Saben que se trata de un hecho sobre el cual
abundan las explicaciones convincentes, de un delito aislado que
requiere un castigo que las figuras de la administración interina están
solicitando con diligencia, pero agarran el rábano por las hojas porque
los ayuda en su causa de una penetración popular que no han logrado. No
es poco el dinero que gastan y la gente que emplean, en Venezuela y en
el extranjero, para el empeño de ascender a través del desprestigio de
quien goza del favor popular, sin que les importe que el negocio de la
perversidad montado por un burócrata inescrupuloso parezca digno de
atención. Si ciertas figuras de la oposición son sus aliadas en el
trabajo sucio, cuenta con un auxilio adicional que demuestra la
efectividad de su empresa.
Y si se mira hacia más abajo, hacia el mundillo de las redes sociales, topamos con el panorama anhelado por la desfiguración. Las prisas, el manejo de datos unilaterales, la subjetividad desbordada, el no saber ni la mitad de la misa, la ignorancia redonda, las frustraciones, las bajas pasiones y la posibilidad de vengarse del éxito ajeno para aliviar las cargas de la mediocridad forman un paisaje sombrío debido a cuya existencia se hace difícil el retorno de la democracia. La antirrepública establecida en la cúpula de la dictadura y en el seno de unas organizaciones de oposición encuentra pilares macizos en la antirrepública que fomentan los usuarios de las comunicaciones modernas, amparados en el derecho que tienen de expresarse con libertad. Paradoja de trascendencia esta última, que merece mayor reflexión.
Lea también: “Guaidó, el pueblo y los políticos“, de Elías Pino Iturrieta
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Publicado en: El Nacional
Por: Elías Pino Iturrieta
La manipulación de las redes sociales realizada por la dictadura ha llegado a su apogeo en estos últimos días. No se trata de un fenómeno nuevo, sino de un trabajo tendencioso de la cúpula que lleva tiempo y cuenta con probada experiencia, pero que ha llegado a los extremos de la patraña y de la canallada como consecuencia del episodio sucedido en Cúcuta con recursos manejados por la oposición para atender problemas urgentes. La aparición de un escándalo susceptible de explotación, la mina de oro cuya veta se ha puesto de relieve, ha permitido el desbordamiento de una orientación dirigida al descrédito del presidente Guaidó y de algunos de sus colaboradores, que solo los ciegos y los idiotas no pueden o no quieren apreciar.
Que al frente de las comunicaciones del régimen usurpador esté un
sujeto aficionado a la calumnia, un individuo célebre por la
desfiguración que hace de la realidad para ponerla al servicio de su
empleador, no ha evitado el éxito de su faena. Pese a la magnitud de sus
fabricaciones, pese a la divulgación encadenada de hechos sin
fundamento que forma parte de sus hábitos, ha encontrado clientela
entusiasta en los destinatarios de las redes sociales, especialmente en
el Twitter. Los habitantes de la jaula abierta no solo se han ocupado de
repetir sus mensajes, sino también de ponerles sazón con agregados de
su propia cosecha. Lo curioso del asunto radica en el hecho de que,
según pregonan en sus trinos, los repetidores del retorcido ministro son
militantes de una oposición cuya meta no es otra que la de salir pronto
de Maduro, si posible mañana en la madrugada.
Pero es la clientela que persigue el burócrata, desde luego. La
existencia de una irreflexión que solo busca desenlaces perentorios, de
una prisa que aumenta su volumen porque la dictadura no desaparece
inmediatamente como ellos quieren, es decir, en cuestión de un par de
días, siente que encuentra soporte en los infundios del manipulador. ¿No
les dice que los líderes de la oposición no solo son incompetentes,
sino también corruptos, como su impaciencia les repite a cada rato? ¿No
fundamenta los reparos cotidianos que hacen desde el teclado? ¿No le
concede apoyo a las críticas extremistas y despiadadas que machacan
desde el paraíso de su superficialidad? Como el mentiroso de la cúpula
no es tonto, por supuesto, y porque, si lo fuera, está de anteojito la
proximidad de una jauría que se puede manipular para el fortalecimiento
de la usurpación, la alimenta con fake news que encuentran
dócil destino en las computadoras de los tontos más belicosos y, por lo
tanto, más irresponsables y desprevenidos.
La situación se hace más alarmante porque la tergiversación no
solo es realizada por el ministro de marras, sino también por figuras de
la oposición que la promueven sin dar la cara. Un episodio como el de
la desviación de recursos descubierta en Cúcuta, y llevada a cabo por
unos sujetos enviados desde Caracas por Guaidó, les viene de perlas para
pescar en río revuelto. Saben que se trata de un hecho sobre el cual
abundan las explicaciones convincentes, de un delito aislado que
requiere un castigo que las figuras de la administración interina están
solicitando con diligencia, pero agarran el rábano por las hojas porque
los ayuda en su causa de una penetración popular que no han logrado. No
es poco el dinero que gastan y la gente que emplean, en Venezuela y en
el extranjero, para el empeño de ascender a través del desprestigio de
quien goza del favor popular, sin que les importe que el negocio de la
perversidad montado por un burócrata inescrupuloso parezca digno de
atención. Si ciertas figuras de la oposición son sus aliadas en el
trabajo sucio, cuenta con un auxilio adicional que demuestra la
efectividad de su empresa.
Y si se mira hacia más abajo, hacia el mundillo de las redes sociales, topamos con el panorama anhelado por la desfiguración. Las prisas, el manejo de datos unilaterales, la subjetividad desbordada, el no saber ni la mitad de la misa, la ignorancia redonda, las frustraciones, las bajas pasiones y la posibilidad de vengarse del éxito ajeno para aliviar las cargas de la mediocridad forman un paisaje sombrío debido a cuya existencia se hace difícil el retorno de la democracia. La antirrepública establecida en la cúpula de la dictadura y en el seno de unas organizaciones de oposición encuentra pilares macizos en la antirrepública que fomentan los usuarios de las comunicaciones modernas, amparados en el derecho que tienen de expresarse con libertad. Paradoja de trascendencia esta última, que merece mayor reflexión.
Lea también: "Guaidó, el pueblo y los políticos", de Elías Pino Iturrieta
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