¿Quién trabaja para quién? – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Soledad Morillo Belloso

En 1998, en el fragor y la efervescencia de la campaña electoral, Chávez amenazó (como promesa básica de gestión) con freír a los adecos en una paila de esas como las de las empanaderas de Margarita. La imagen fue, como todas las que se dibujan con mala índole, poderosa. Para esos tiempos, Ran Ran era, junto con otros dirigentes ya fallecidos, uno de los principales «chivos» de Acción Democrática. No había perdido la chorrera de kilos y, como buen político con obesidad, tenía la habilidad de saber hacer siestas en la mitad de las reuniones, costumbre reparadora de fuerzas que mantuvo con posterioridad. Con «freír a los adecos», Chávez se refería a esos a quien detestaba abiertamente, entre ellos por supuesto a Ran Ran, de quien llegó a decir los peores epítetos imaginables 

Volviendo añicos la consigna de «adeco es adeco hasta que se muera», Ran Ran salió de Acción Democrática hace ya algún tiempo. Lo hizo por la puerta de atrás. Sin glamour y sin señas de estirpe. Sin canto del «adelante a luchar milicianos»  No generó grandes titulares ni hubo llorantina en el partido, ni siquiera de la querida señora que prepara el café en la sede, persona absolutamente adorable que uno quisiera adoptar como «tía».  Ran Ran simplemente se fue y ya. Y terminó tiempo despues, previo perder un bojote de kilos, uniéndose al inefable Claudio en una experiencia política incolora, inodora e insípida, una ficción de partido político con inscripción permitida en el CNE, que hizo juntas con Falcón, Bertucci, los restos del MAS y otros para inventarse una organización de papier maché que en las calles se conoce como «la mesita». 

Algunos creen que esa organización le hace el juego al régimen de Maduro. Pero conforme corren los meses, van emergiendo las verdaderas intenciones. 

Qué Chávez no pudo freír en aceite a los adecos, bueno, eso es más que evidente. Que Ramos Allup se echó al hombro el partido, lo reconstituyó y lo reanimó, convirtiéndolo en el único partido de larga data que sobrevive a la debacle revolucionaria, eso es innegable. Los otros «partidos históricos» son eso, historia, recuerdos, memorias. 

Darían lo que no tienen Ran Ran y Claudio por poder ponerse la camisa adeca. Pero eso es más difícil que matar un burro a pellizcos. Los adecos que se calaron el ataque y acoso de Chávez y la revolución no tienen el menor interés en que esos dos (y los otros que los acompañaron en la impostura) vuelvan. «Aquí el que arrugó cuando la cosa se puso dura, que no venga a tocar la puerta cuando se ilumina el portal», me dice un adeco margariteño de esos con el emblema del partido pintado en la mirada.

Pero ellos se sienten adecos. Andan como alma en pena suspirando en blanco. No hay discurso en el que no hagan alusión a los grandes adecos, a la historia del partido, a sus momentos de gloria. Y eso llevan a las tenidas de la mesita. Entendiendo al fin que Acción Democrática no les tiene cartelito de bienvenida y que su liderazgo en la oposición no tiene vida, han inventado esta estrategia de sentarse al lado de Maduro, bailarle bolerito pegado, para tan pronto se pueda pegarle una zancadilla. Se trata de cuadrar todo para hacerse del coroto. Todo ello con la ingenua ayuda de gente manjunche y, también, hay que decirlo, gente muy buena.

Ran Ran y Claudio y la mesita no son oposición. O sí. Son oposición a la verdadera oposición. Son, por diseño, una enfermedad oportunista del sistema. Y por de pronto, es de tal gravedad el declive, el despelote y el desconcierto que Maduro no da un paso sin consultarles. Pobre Maduro, le abrió la puerta al virus y ni siquiera se pone mascarilla.

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